lunes, 27 de mayo de 2013

El hombre y la Luna

Un hombre caminaba por un sendero sinuoso. La oscuridad no le permitía ver mucho y eso lo tenía un poco inquieto. Sus piernas ya cansadas de tanto caminar sin rumbo no le dejaban dar un paso más; mas el espíritu humano puede ser tan recio, pero a la vez tan humilde ante la inmensidad; que ese hombre tan simple se sintió glorificado ante la presencia de la Luna. La Luna muy orgullosa, por su enorme luminosidad, guió al hombre a un puerto que le sirvió de cobijo. Ese hombre agradecido todas las noches siguió a su nueva deidad; la idolatraba con tal pasión que por 6 días los viajes diurnos no volvió a realizar. Sin embargo, al séptimo día su bella Luna comenzó a menguar. Su luz guiadora ya no fue tal, permitiendo entrar la penumbra nuevamente en el caminar del hombre. Noche tras noche el faro celestial se apagaba más y más. El hombre desesperanzado detenía su caminar. Durante las siguientes noches el hombre sollozaba, su Luna querida cada vez más lo dejaba. Y sin camino que andar, por las noches dejó de transitar. Hasta que finalmente se encontró con una penumbra dificil de olvidar, pero esta vez vio lo que Luna en su lugar dejó. Un hermoso cielo estrellado con miles de formas por crear. si bien el camino no era tan claro, el hombre aprendió a caminar sin tener que mirar cada paso que daba. Alejo el miedo de no recuperar a su Luna y vagabundear sin un sendero que recorrer y sin una direccion que escoger. Y al cabo de una semana, ese hombre descubrió, que siempre tuvo todo y a la Luna nunca necesitó. Sin embargo, el cielo nocturno mostraba que su Luna cresciente ya estaba. La miró con alegría y le permitió, nuevamente, su camino mostrar.