viernes, 9 de diciembre de 2011

¡Quema!

Enciendo el motor, la noche aguarda. El odio que me consume se canaliza en mi cerveza y lo expulso con la velocidad que estoy tomando, sacándole trote a mi auto. La carretera está despejada, lo que facilita mi viaje. Otro sorbo más a la cerveza y la penumbra me consume, dejando atrás las luces de la cuidad. Me detengo a mear y la luna se proyecta cien metros más allá, el perfil de una mujer haciendo dedo en mi rumbo. No hay más nada que perder y tomo el volante para invitarla, apenas teniendo claro en qué dirección iba yo; sólo sabía que el estanque estaba lleno y nadie me esperaba en casa.

Al principio me miró y desconfió un poco; miró su reloj y mi cara de indiferencia para el mundo. Puso su bolso en el asiento trasero. El motor rugía cada vez más y ella sintió la necesidad de hablarme, de sacarme de la embriaguez de la velocidad (y del olor a cerveza que era evidente). No sé cómo ni cuándo, pero en un flash me encontraba aparcado y solo, gozando. Ahora sólo sé que ya no quema tanto.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

La vida de las tortugas

La vida de las tortugas
puede ser larga o fugaz.
Unas salen del cascarón
y mueren secas, sin amor.

Otras luchan tenaces
pelearean muy vivaces
y la orilla alcanzarán
su gran destino, ver el mar.

No saben donde encallar.
Su límite final, el mar.
Se dejan llevar valientes
sin miedo, por la corriente.

Ve y nada siempre libre,
déjate flotar cual mimbre.
La corriente te va a cobijar
a un sueño lindo alcanzar.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Momentos construidos

A medida que crecemos, cada vez es más nuestra la vida. Los segundos nos pertenecen y los apostamos; desde los que perdemos cuando cerramos los ojos para recibir un regalo; hasta los que usamos para pelear y discutir con alguien, dejando de lado la luz de los que nos rodean, pero con la esperanza de que ese alguien al otro lado nos entregue un poco de luz y él (o ella) reciba luz de nuestra parte también. Pero el tiempo no es lineal, podemos revivir nuestros recuerdos, podemos hacer lo mismo una y otra vez; mas, elegimos no hacerlo, no perdemos tiempo y luz en ello.

Todos confabulamos para que las cosas no pasen de una misma forma dos veces, así nos entretenemos; y cómo no podemos hacer las mismas cosas dos veces, más que invertir segundos diseñamos nuestra vida. La quimera del tiempo no sería tal si no tuviéramos relojes, no cabría más que en momentos: día y noche; cuando dormimos y cuando estamos despiertos. Dividimos la via en momentos, pero como cual arquitecto piensa en un lugar mejor para vivir diseñamos lo que queremos.

Cosa curiosa la de los arquitectos, ya que se dice que pelean con los constructores; que sueñan casas confortables para sus habitantes; que son artistas al servicio de su arte, tan importante que muchas veces ese arte se transforma en hogar. No en vano la palabra viene del griego y significa el primero en la obra; el jefe de la obra… Si revisamos eso no es raro el pensar porque una cierta creencia signa a dios como el “Gran Arquitecto”; y tampoco es raro pensar que como es el jefe se pelee con algunos, ¿qué jefe no ha peleado alguna vez con sus trabajadores a cargo?

El diseñar, el construir, mejorar, ampliar nuestra vida; como arquitecto de la existencia (de nuestra existencia), es una tarea ingrata y a veces peleamos con nuestros trabajadores, a veces se nos atrasa el proyecto, a veces somos solo felices con cuando paredes en pie porque vivimos el momento.

Y al final del día, para ser felices, para llenar nuestro hogar con la decoración que quisiéramos tener, ver la vida con los colores que escogimos no es más que nuestro trabajo como jefe de nuestra obra; la cual no dura más que un momento, tal como el momento que demora el aleteo de un colibrí, un suspiro o el recuerdo quien añoramos que vuelva.